Un solar con una pendiente pronunciada permite y, a veces hace inexcusable, una autonomía de implantación que se convierte fácilmente en mayor libertad formal, en ausencia de canon. Suele descansar sobre la importancia que la sección (o secciones) pueden tomar en el proyecto.
El plan del suelo se ha elevado tradicionalmente, mediante un basamento o la creación de un plan sostenido por pilotes, con lo que se puede reducir el impacto de los cimientos sobre los costes globales.
En este caso, el perfil es muy empinado y el vial de acceso desciende con fuerza en los dos extremos del solar. Por otra parte, el proyecto debía minimizar costes y ajustarse a una realización del todo artesanal. Se pensó, pues, en un planteamiento de prisma elemental, con luces económicas, que debía colocarse en disposición paralela y no contra pendiente, con el fin de aprovechar su magnífico dominio visual sobre el paisaje. Se compone de tres plantas, con las áreas de vida en la superior, dormitorios en la intermedia y un basamento para los servicios.
La disposición del prisma a la obligada distancia del vial sugería desdoblar las entradas y reservar el acceso pedestre a la planta superior mediante un pequeño puente -recuerdo del Mar Menor-. El coche podría alojarse en la planta inmediatamente inferior.
Por otra parte, ante la dificultad de escalonar el terreno, se dispone una generosa terraza en la planta superior para permitir la vida al aire libre, y se conecta con la entrada a pie a través del pequeño puente de acceso; con lo cual, actúa de hall de entrada al aire libre. Se crea así un efecto sorpresa, ya que al cruzar el muro uno espera encontrarse en un interior que crece una vez se ha descubierto enmarcado por una amplia ventana panorámica, el paisaje que se ha podido avistar al aproximarse.