Esta vivienda, realizada para el propio arquitecto, está situada en las inmediaciones del núcleo de Sant Antoni de Vilamajor, cerca de la vertiente meridional del macizo del Montseny, en un lugar en el que abundan parcelas de cultivo y construcciones agrícolas. La casa se alza como una crítica a la tipología de chalets convencionales y de su habitual falta de adecuación al entorno.
Tomando como referencia el paisaje local, la vivienda se plantea como un “gallinero” abierto al exterior, cuyas características son: elementalidad en la construcción, integración en la escala del entorno, y una concreción dada por la objetividad de las necesidades. La construcción se realiza por partes en un proceso dilatado en el tiempo, respondiendo a requerimientos que fueron surgiendo. Hay una constante, no obstante, en la consideración climática y paisajística desde una actitud mimética hacia el lugar en el que se asienta. Esta actitud se aprecia en la definición de los límites del solar y la implantación de la casa: la parcela no tiene vallado, hay un camino de acceso que se rodea únicamente de vegetación perimetral y cultivo, imitando las construcciones agrícolas. En este caso, se requiere un atento estudio de la gradación del paso de público a privado. Esta vegetación que genera perímetros tiene funciones bien determinadas: definir la privacidad, el control climático y se añade al factor del crecimiento.
El programa lo constituían, inicialmente, dos volúmenes perpendiculares entre sí y conectados por pérgolas. El volumen principal contenía la cocina, salón, comedor y baño; el segundo volumen servía de zona polivalente e instalaciones. Más tarde, se proveyó a la casa de dormitorios, y espacios de juego y trabajo. La casa mantiene el esquema inicial, pero se le fue dotando de pequeños espacios que la hacían más apta para el habitar cotidiano de la familia.