Uno de los principales retos fue conseguir que la casa estableciera una relación estrechísima con el jardín, de modo que una fuera la extensión de la otra y viceversa. Sin que esto no dependiera de las inevitables y tan recurrentes cerraduras de cristal, querían, y queríamos, paredes. Una casa con paredes en un jardín para unos coleccionistas de arte. La propuesta quiere encontrar el equilibrio entre ubicar el mayor número de piezas en planta baja y mantener el jardín suficientemente liberado de edificaciones. Esto se concreta con una composición volumétrica de tres cajas esparcidas por la parcela, casi alineadas y arrimadas a norte, generando la zona exterior más amplia a sur. Los intersticios generados entre las cajas se cubren, creando dos ámbitos cobijados totalmente abiertos al jardín, que se cierran con grandes vidrieras plegables. Unos espacios de atmósfera muy diferente a las salas interiores de las cajas; correspondiente más al mundo del jardín que al de la casa.
Pocos encargos comienzan como éste, con unos propietarios entregándonos una lista de los deseos y expectativas que tenían depositadas en su nueva casa. Una lista más propia de las voluntades y valores que a los arquitectos nos toca endosar, a menudo secretamente, en las viviendas que proyectamos y construimos, que de las ambiciones 'habituales' de las parejas que afrontan este desconocido reto. Listas siempre llenas de buena voluntad, pero a menudo incompletas. Un inicio que nos cargaba de responsabilidad, pero un excelente inicio.
La parcela, situada en un barrio residencial de Sant Cugat, contenía suficientes buenos atributos como para convertirse en un argumento principal para la casa. Así, uno de los principales retos fue conseguir que la casa estableciera una relación estrechísima e imprescindible con el jardín, de modo que una fuera la extensión de la otra y viceversa, y que esto no dependiera de los inevitables, a menudo desproporcionados, y tan recurrentes cerraduras corridas de cristal: querían, y queríamos, paredes. Una casa con paredes en un jardín para unos coleccionistas de arte.
Por todo ello, desde el principio, la propuesta intenta encontrar el equilibrio entre ubicar el mayor número de piezas en planta baja y mantener el jardín suficientemente liberado de edificaciones. Esto se concreta con una composición volumétrica de tres cajas esparcidas por la parcela, casi alineadas y arrimadas a norte, generando la zona exterior más amplia a sur. La primera caja, en el este, contiene la zona de los hijos, con tres dormitorios individuales arriba y un estudio común abajo. La segunda central alberga la pieza principal de la casa: la cocina, una sala de casi treinta metros cuadrados y cuatro metros de altura presidida por una gran chimenea. La tercera caja, en el oeste, contiene la zona de los padres, con la habitación a nivel de jardín y el estudio (muy alto) en el primer piso.
Los intersticios generados entre las tres cajas se cubren, creando dos ámbitos cobijados totalmente abiertos al jardín en dirección norte sur, que se cierran con grandes vidrieras plegables. Unos espacios de atmósfera muy diferente a las salas interiores de las cajas; más del mundo del jardín que de la casa. El primero de los ámbitos intersticiales, entre la zona infantil y la cocina, sirve de recibidor. El segundo espacio intersticial, entre el sector de los padres y la cocina, más grande, es la sala, pero una sala poco habitual: invernadero templado en invierno y porche fresco en verano.
Toda la casa está rodeada por el jardín, cuya parte más amplia se encuentra a sur. La zona del chaflán (oeste), geométricamente muy aguda, acoge el huerto y una balsa donde bañarse. A norte, a orillas de la calle, la distancia entre la valla vegetal y los volúmenes de la casa varían entre los 5 y 6 metros y se amplían hasta los 9 en el aparcamiento (descubierto), que se conecta con un paso de 3 metros de ancho, paralelo a la valla este, con el jardín principal de sur. Los espacios intersticiales de la casa (sala y entrada) se convierten en porches conectores entre los jardines de enfrente y detrás de la casa.
Volumétricamente la casa se compone de tres cubos de obra vista, paralelos a la calle posterior y con alturas variables que, a pesar de tener bastantes ventanas, de tamaño variable en función de los usos interiores, son eminentemente masivos. Por el contrario, los espacios intersticiales entre los cubos son de corporeidad etérea, cubiertos por un forjado y con fachadas vidriadas de balconeras de madera plegables, de hecho, con las puertas recogidas el espacio se convierte en un porche exterior.
En cuanto a la materialidad, la casa es de muros de carga de doble hoja, de obra vista en el exterior y pintada blanca en el interior. Las carpinterías son todas de madera y las ventanas que lo requieran tendrán protección solar mediante las tradicionales persianas enrollables de madera exteriores. Los pavimentos serán continuos de hormigón, con suelo radiante.
La casa se climatiza mediante geotermia y suelo radiante, que en verano sólo refrescará ligeramente, evitando la necesidad de deshumidificar mediante aire canalizado.