El solar está situado a media vertiente de una montaña que domina el valle de Vallromanes. Este pequeño valle surca la vertiente umbría de la cadena costero-catalana al norte de Barcelona, y desciende hacia el Vallès Oriental, con vistas al lejano Montseny hacia el noreste.
El paraje es bastante frondoso y dominado por los pinares salvajes que desplazaron antiguos viñedos de estos pequeños valles del Maresme. Los bancales de estas vertientes de solana son todavía perceptibles allí donde alguna vieja masía resiste el avance de recientes urbanizaciones de segunda residencia.
El solar estricto de unos 1000 m2 pertenece a una de estas urbanizaciones, que la crisis sometió a lento o nulo crecimiento en la última década. Tiene la parcela una fuerte pendiente orientada exactamente al este y persistían en él restos de muros y bancales propios de su anterior uso agrícola, que se sucedían en paralelo según las líneas de cota.
Se ofrecía así una elemental pero clara y sugerente geometría para una posible fundación e implantación del edificio. Desde otra parte, desde las cotas medias de la parcela, las vistas son amplias y dominantes sobre el fondo del valle y en dirección al Montseny. Sin ser grandiosas, sino amables y algo domésticas, estas vistas fueron desde el principio determinantes de las intenciones del proyecto.
Estas intenciones se centraron en dos ideas directrices: el muro y la perforación de éste por las vistas.
El lugar así definido ordenaba ya la pauta constructiva: un largo rectángulo apoyado en una plataforma de sentido norte-sur, con un frente al este de doble altura -semisótano de acceso y servicios y planta superior habitable- que se cierra por un muro que recorre todo el solar de uno a otro extremo longitudinalmente. Se reconstruye así la geometría de una geografía agrícola preexistente, simple y de mecanismo secular. La instancia vernacular no señalaba aquí, ni un tipo constructivo preciso, ni menos una arquitectura local preexistente derivada de aquél. Lo vernacular era aquí algo primigenio, anterior, por lo tanto, al gesto ensayado y ya denso de mediaciones estilísticas, o de gustos más o menos transitorios. El culto era aquí quizás la actitud de aquel “cansado bárbaro cuya luz se extingue en las aguas profundas”; bárbaro, culto, luz y aguas profundas rememoradas por el poeta amigo. Es decir, el culto, así me lo pareció probablemente con instintiva naturalidad al menos, era pasar firmemente desapercibido fundiendo el gesto esencial de la casa en el rumor ya semioculto del sitio. El muro creaba el sitio, definía por sus confines el espacio fundacional. Es más, el muro era o debía ser en sí mismo, tanto confín del sitio, como en el mismo lugar erigido como en casa. Pero este confín, ese muro se dilataba en su grosor hasta cerrar el volumen habitable y cobraba todo su sentido en la dominante contemplación de las vistas panorámicas ofrecidas por este balcón paisajístico. Balcón, tramo de cornisa orográfica, claro en el bosque y amplias perspectivas; todo converge en la generosa pero desgarradora y casi despiadada perforación del muro, a fin de orientar el paisaje hacia los espacios habitables interiores, aquellos que se construyen y protegen después del muro.
Un viejo maestro decía que las cosas inquietantes acaban cansando y que la arquitectura no tendría que cansar sino acompañar con naturalidad nuestros momentos de reposo en su contemplación; puesto que, la arquitectura, para bien o para mal, permanece mucho más allá de pasajeras inquietudes. Probablemente no es momento de tales ritos sagrados, ni tampoco de reconocimiento del callado misterio y tensión que aflora en las quietas, tranquilas y profundas aguas donde la luz se extingue. Probablemente también la composición de perforaciones del muro es eso, excesivamente compuesta, aunque parta o nazca de un orden básico dado por la planta y su división en tres partes, cajas o volúmenes encaramados axialmente por el largo pasillo central.
Así, la disposición en planta se establece según tres rectángulos independientes; tres pequeñas casas comunicadas longitudinalmente, pero separadas. Las separaciones son estrangulaciones de la caja virtual mayor, y se construyen como pequeños patios emparejados transversalmente al eje mayor, los cuales permiten a aquellas vistas atravesar no ya el muro frontal, sino el volumen entero de la casa, para conseguir un jardín trasero protegido de vientos y soleado que recorre el contramuro interior. Asimismo, y desde el pasillo axial, amplios planos de cristal protegido por las sombras de las cumbreras de los patios absorben el paisaje encajándolo entre los muros de estos patios.
Por último, fuera y abajo, un amplio muro semicircular sostiene la plataforma de estacionamiento y maniobra frente al garaje. Su presencia sirve de contrapunto a la dura frontalidad del plano principal, cuya única emergencia es el cubo regular que ilumina la puerta de acceso al garaje.