La casa de Calella se ha proyectado desde la adversidad. El sugerente encargo inicial nos proponía diseñar una casa entre medianeras, para una sola familia, en una estrecha calle de la Calella del Maresme. Todo hacía presuponer una buena oportunidad de arquitectura, similar a la que tuvo Coderch cuando proyectó la casa-taller del pintor Antoni Tàpies, en una estrecha calle del barrio barcelonés de Sant Gervasi. Ambas casas se ubican en tramas urbanas similares, densificadas, con edificios de tres plantas y fachadas estrechas sin demasiada personalidad. Pero estas circunstancias, aparentemente óptimas, fueron convirtiéndose en arrecifes a medida que profundizábamos en los rompecabezas de una normativa municipal sorprendentemente estricta.
El solar, con dos medianeras en cada lado y sin patio de manzana, sólo tiene abierta en la calle una fachada de ocho metros. Esta adversa circunstancia llevó a nuestro proyecto a cerrarse sobre sí mismo, a mirar hacia dentro buscando la luz cenital y el espacio vacío interior.
La normativa nos permitía cuatro niveles de forjado, sin duda, demasiada estatura para una casa unifamiliar, y obligaba a una cubierta a dos aguas construida con teja cerámica.
Afortunadamente, el programa funcional de nuestros clientes era bastante abierto y su confianza en nosotros no restringía demasiado las especulaciones proyectuales que iban surgiendo.
Optamos por dos ejes de actuación que se constituyeron en las ideas motrices de todo el proyecto. El primero fue el trabajo de esponjamiento del volumen permitido, creando un patio central que actuara como verdadero lugar de relación, una suerte de plaza introspectiva de tamaño reducido, con cubierta acristalada e intensidad de luz graduable. Sobre este espacio se vierten las fachadas interiores, ventanas, dobles volúmenes, pasarelas y escaleras, que configuran un escenario de vida familiar rico en perspectivas visuales y complejo en su funcionamiento.
El segundo eje de actuación giró en torno a la segmentación de usos por niveles. Cada nivel recibe un programa propio, determinado y autónomo. En el primer nivel, el que constituye el pavimento del volumen central, ubicamos los espacios comunitarios de la vivienda, la cocina, el comedor, el lavadero, la bodega, el aseo y el estar, compuesto de dos salas: una más recogida, más interior, presidida por una chimenea, y la otra más luminosa, más abierta, sobre la que vierten todas las estancias de la casa. En el segundo nivel situamos el dormitorio de los padres con su vestidor y baño. Este nivel se completa con una sala de estudio al otro lado de la pasarela. En el tercer nivel, los dormitorios de sus hijos, sus dos baños y otro espacio específico de trabajo. Por último, en el nivel 0, que conecta con la calle, se dispusieron, después de un amplio porche que permite ordenar los accesos, el garaje, los trasteros, el taller, la sala de calderas, el vestíbulo, el ascensor y el arranque de la escalera.
Esta disposición diferencia claramente dos bloques: sobre la calle, todas las dependencias que exigen una ventilación inmediata; y sobre el vacío central, aquellas otras que permiten una iluminación y ventilación más diferida, más alambicaba. Así, la casa queda ordenada en usos privativos (intimidad), usos comunitarios (relación) y usos laborales (trabajo). La casa -una vez terminada, amueblada y vivida- resulta muy luminosa, alegre y alternativa, llena de sugerentes espacios interiores, cruces de vistas, salas abiertas y rincones. La volumetría general interior hace que usarla sea una sorpresa constante, favorecida especialmente por la escultural escalera-pasarela-biblioteca que discurre de arriba abajo y al ancho de uno de los lados del patio.
Los materiales empleados se reducen a una mínima paleta de variedades. La sobriedad era esencial para valorar los volúmenes, las entradas de luz y las fachadas interiores en el patio. Para cubrir las paredes medianeras se usó el bloque de hormigón blanco, que asegura un buen aislamiento (doble pared) y un nivel de acabado con vocación de exterior. Para terminar la fachada interior escogimos el chapado de tablero marino compuesto, que permite las aperturas a modo de ventanas y las salidas de la climatización. Los pavimentos están tratados mayoritariamente con parquet flotante de Merbau, y las grandes superficies acristaladas matizan la luz con lamas orientables de aluminio y toldos Helioscreen enrollables.
El aspecto homogéneo del mobiliario, la elección de materiales y colores, y, sobre todo, el diseño de los muebles específicos que configuran la arquitectura se debe a Teresa Ferrín, que ha colaborado de nuevo con nuestro estudio, asegurando un diseño interior notable, imprescindible para que una obra como ésta sea asumida como un todo comprensible y confortable. El sugerente encargo inicial, como hemos explicado, se ha convertido después de las adversidades propias de todo proyecto, en una de las obras más gratificantes de los últimos años. Una agradable casa para vivir llena de espacio, vacío y luz.