Se trata de una nueva edificación en una zona urbana consolidada, con una cara hacia la Ronda del General Mitre, una de las vías más importantes y de mayor densidad de tráfico de Barcelona, y los otros lados hacia pequeñas vías de barrio. Por eso, el edificio varía en altura y las fachadas responden a los diferentes entornos.
Se dispone un zócalo revestido con paneles de hormigón que marca las primeras plantas de la edificación; las plantas altas, de las habitaciones, se trabajan con paneles acabados en aluminio que se pliegan en algunas partes para marcar las aperturas en el exterior. El módulo revestido de listones de madera que sobresale sobre la vía principal acoge espacios de uso comunitario por cada planta.
A las características de la zona, se suma el reto de producir espacios colectivos -de protección, intercambio y estancia- en una parcela de mínimas dimensiones para un edificio de esta tipología. Se contaba justo con área suficiente para desarrollar las habitaciones y las zonas de servicios, pero se buscó la forma de crear espacios para que los pacientes pudieran socializar.
En la planta baja del Dolors Aleu, en la parte sur del edificio, las actividades del gimnasio y de la cafetería, generalmente limitadas a los espacios creados para tales fines, pueden extenderse hasta la terraza, abierta por un lado hacia la Ronda del General Mitre. La cubierta resultante del cambio de volumetría en la planta tercera se vuelve transitable y se utiliza como terraza para pacientes y visitantes. El pasillo central, que organiza los espacios en todas las plantas, a este nivel se abre hacia el exterior para configurar un patio con árboles y bancos de descanso. La madera y el metal de las fachadas se repiten en el mobiliario y pavimento de la terraza, coherentes con la materialidad de todo el edificio. En la planta tipo se disponen dos zonas interiores de encuentro, cada una en el remate del pasillo central. Estos espacios se dejaron libres, con la capacidad de asumir cualquier tipo de función colectiva.