El complejo deportivo municipal Can Ricart es un edificio situado en el corazón del Raval sur, una zona con actuaciones importantes en los últimos años. El equipamiento es significativo para la revitalización del barrio en su sector tradicionalmente más degradado, contribuyendo a la integración de todos los sectores sociales que habitan en la zona a través de su uso en las actividades deportivas y de bienestar. El edificio completa la isla comprendida entre la Rambla del Raval y los Jardines dels Horts de Sant Pau. Arquitectónicamente, la estrategia del proyecto partía de unas preexistencias que lo hacían especialmente complejo, pues el conjunto ha tenido que integrar dos edificios de entidad suficiente como el pabellón del arrabal del arquitecto Jordi Farrando (de 1989) y el edificio industrial del s. XIX de Can Ricart, presumiblemente del maestro de obras Josep Fontserè. El principal esfuerzo de los arquitectos ha sido realizar un conjunto funcionalmente compacto y coherente a nivel funcional, que volumétricamente mantiene la lectura de los tres cuerpos diversos que lo conforman: los dos edificios existentes y la nueva construcción que contiene la piscina, formalmente autónoma. El edificio de Can Ricart, que estaba en bastante mal estado, se ha rehabilitado con el espíritu del original en sus características más definitorias. Se ha rehabilitado la fachada de Josep Fontserè recuperando los colores originales del estucado, dejando al descubierto un espacio central de doble altura donde la familia Ricart tenía la sala de contratación. Este espacio se ha rehabilitado con sensibilidad y cierta discreción. Se ha recuperado un lucernario que había habido sobre el espacio central. En el resto de fachadas, más maltratadas por las múltiples intervenciones realizadas a lo largo de los años para anexar y derribar naves a su alrededor, la obra ha consistido en recuperar el orden de agujeros original y dar una pátina unificadora que deja ver de forma sutil las heridas de la historia sobre sus muros. El nuevo edificio es austero en materiales y formalmente contenido. La fachada es de hormigón visto, al que se le ha dado una textura que quiere ser un homenaje a los inicios de la industria textil en Cataluña en esta zona de la ciudad.

La Rambla Sant Francesc es el gran espacio cívico del centro de Vilafranca. El proyecto cubre una obra traumática, la construcción de un aparcamiento subterráneo que implicó la tala de todo el arbolado. Simbología y centralidad, memoria y funcionalidad son estrategias complementarias aplicadas al diseño urbano para establecer complicidades de la ciudadanía con este espacio público. Simbología y centralidad. Evocar un retal del paisaje vitivinícola mediante un ejercicio de abstracción que potencia la vocación de Vilafranca como capital del vino. La singularización a nivel compositivo responde a la centralidad en la percepción ciudadana. Memoria y funcionalidad. Reurbanizar un lugar en el que el imaginario colectivo ha sedimentado a lo largo de los años y ha sufrido una desfiguración traumática, estableciendo una continuidad perceptiva, dotándolo de parte de su memoria, el arbolado. Potenciar la permeabilidad para convertirlo en un espacio de máxima polivalencia e intensidad de usos.

La urbanización de las calles alrededor del antiguo Mercado del Born tiene el objetivo de dar respuesta a las necesidades y potencialidades que la activación del renovado edificio como Born Centre Cultural generará en el espacio público. Conectividad y permeabilidad. Se ha eliminado el tráfico de la calle Comerç en su tramo por delante del Mercado. Se configura un espacio peatonal en continuidad con el resto del barrio hasta los límites del Parque de la Ciutadella. Centralidad e identidad. Se ha generado un vacío en torno al edificio para responder a su monumentalidad. El pavimento es el elemento de conexión con la historia y la memoria del sitio. Flexibilidad y funcionalidad. El proyecto se ha definido con la premisa de propiciar la mayor diversidad de usos. Con la puesta en marcha del BornCC se intensificarán los usos existentes y aparecerán otros nuevos. El espacio diáfano, la plataforma única y el carácter de plaza potencian esta diversidad.

El descubrimiento de un yacimiento romano en el fondo de un edificio municipal, una Domus junto a la muralla, ha hecho necesario este proyecto de adecuación para hacerlo visitable de forma simultánea con el uso habitual del edificio, administrativo público. Se ha museizado el espacio que contiene el yacimiento, redistribuyéndose la planta baja para configurar los espacios de aproximación al yacimiento desde el vestíbulo del edificio. Espacios que tienen un doble uso: circulación y servicios del edificio durante la semana, y antecámara del yacimiento cuando éste está abierto al público. La aproximación se produce a través de una secuencia de vestíbulos que remite al sistema de articulación de los espacios principales de las domus y villas. Los vestíbulos, de proporciones sensiblemente cuadradas y alturas cambiantes, se conectan mediante pasos de puerta gruesos y bajos que remiten a la masividad de la arquitectura romana. Esta secuencia de espacios define un recorrido circular, con fuerte carácter escenográfico, que incorpora elementos de anticipación del contenido del yacimiento. Cada vestíbulo está situado sobre un estrato diferenciado (extramuros-muralla-intervallum) que se manifiesta en pavimentos diferenciados y en bajorrelieves de personajes romanos en las paredes, acompañando al visitante. Mediante unas escaleras en la oscuridad, como un túnel, se accede a un altillo longitudinal a modo de mirador, sobreelevado respecto al yacimiento. Todo el espacio desaparece, pintado de negro, emergiendo los restos arqueológicos y una gran pintura mural en el techo de una de las estancias. El altillo es un recinto con paramentos de vidrio en paredes, pavimento y techo, que multiplican la percepción y amplían el espacio. Las paredes y el pavimento ocultan partes del yacimiento y elementos interpretativos en exposición que aparecen detrás del cristal en un juego de ilusionismo cuando se enciende la iluminación.

Un pabellón en una terraza para complementar los usos de un pequeño apartamento. Una segunda sala y una habitación-estudio. El pabellón se coloca transversalmente en la terraza, de proporciones alargadas, y la segmenta, generando una secuencia de espacios interiores y exteriores que redefine el modus vivendi. La alineación de las aperturas genera una relación visual directa entre espacios. La terraza ubicada entre el apartamento y el pabellón funciona como un patio interior. Un espacio controlado, privado, íntimo. La forma y la materialidad vienen determinadas por la condición de construcción efímera y removible y por las limitaciones de transporte y montaje. La construcción es de madera, mediante un sistema de pórticos y paneles, formando un volumen autónomo y sobrepuesto. La relación compositiva mantiene la coherencia entre estructura y cierre. En su interior, la franja baja tiene un acabado continuo, funcional y doméstico. Por encima de ésta, tenemos el protagonismo de la madera, es decir, la estructura aparente como esencia del pabellón.