El edificio incorpora las distintas bibliotecas de las escuelas universitarias de la UPC.
La localización especial del edificio justo en el límite entre la ciudad y el campus universitario es uno de los aspectos en los que el proyecto ha sido más sensible. Su imagen como puerta, por un lado, y como pieza urbana capaz de provocar actividad y relación por otro, han sido premisas básicas a la hora de desarrollar el proyecto.
Una calle de nueva creación se convertirá en su paso por el interior del edificio en un vestíbulo generador de encuentro y circulaciones, y será el elemento que determine la segregación entre áreas servidoras y áreas servidas.
El principal cuerpo de áreas servidas está destinado a zona de biblioteca. En la primera y la segunda planta, la disposición de los espacios es similar a la planta baja. Son plantas diáfanas y nítidas en cuanto al espacio. En la azotea es donde la superficie recupera la totalidad del contorno de su volumen del edificio. Es una planta cerrada en sí misma, con unas aperturas sesgadas para dar una iluminación tangencial y unos lucernarios lineales orientados directamente a Norte.
Los distintos materiales se han escogido para conseguir un buen envejecimiento del edificio. En las fachadas se dispone de piedra caliza, colocada de forma aireada, lo que provocará una composición de juntas acorde a la escalera del edificio. En el interior, las partes públicas disponen de pavimentos pétreos y el resto de pavimento en zonas de estudio y consulta será de moqueta para mantener un grado de confort acústico acorde a la naturaleza del edificio.