Jujol aborda la reforma de una masía barroca con la intención de cambiar sus parámetros estéticos, tan importantes para una cultura modernista que se adentra hasta principios del siglo XX. Las intervenciones más importantes en el interior se reducen a la capilla y la escalera. Jujol mantiene todo el sistema de los muros existentes, así como la disposición de las aperturas. Pone todo el énfasis en la transfiguración de la fachada principal, que queda explicada en un único dibujo de proyecto que refleja bastante bien su intención. Se añaden más hiladas de teja plana, todas distintas, a la cornisa ondulada. Las dos ventanas laterales de la planta primera se convierten en dos tribunas simétricas, que flanquean una nueva tribuna central que evoca la forma de una carroza, hecha con trabajo de hierro delicado y con un sistema de aperturas vidriadas inédito. El plano de fachada queda repartido por manchas policromas tendentes a unificar la disimetría resultante.
En 1915, la familia Negre encargó a Josep M. Jujol i Gibert la que debía ser la más importante y significativa transformación de la casa. La masía que Jujol debía transformar era la vivienda de una familia acomodada de raíces rurales, con lejanas relaciones con su entorno agrario, pero que conceptualmente más que físicamente, pretendía seguir ligada con sus orígenes.
Si bien es cierto que los centros básicos de la actuación de Jujol fueron la fachada principal, la escalera interior y la capilla, cabe decir que su intervención no se redujo tan sólo al ámbito de la masía, sino que también trascendió a los jardines que le rodeaban, aunque actualmente algunos elementos ya no existen (el tejado de ladrillos de forma ondulada en su coronación, la campana que aparecía en el lado oeste, etc.), y otros han sido absorbidos por la ordenación y transformación posterior del gran jardín en una plaza única que rodea la casa, pasando a formar parte de un recinto rodeado de nueva creación que le rodea como el banco de mosaico, o bien una glorieta formada por unos arcos reforzados de formas orgánicas que queda integrado en el ámbito de la actual plaza de Catalunya.
El contratista que llevó a cabo las obras fue Pere Xaus. La ejecución de la obra fue dilatada en el tiempo, durante décadas, lo que comportó cambios y correcciones, por lo que la temporalidad en la obra queda patente en la materialidad del proceso de ejecución. Como tantas otras obras encargadas a Jujol, ésta no pudo concluirse a causa de las dificultades económicas de los promotores.
La casa Negre sufrió en 1936 los efectos destructivos de la guerra, y las imágenes de Santa Eugenia y de San Pedro que presidían la capilla fueron destruidas junto con otras partes del edificio.
Posteriormente, el proceso de abandono actuó de forma inexorable. La vivienda de los masoveros, ubicada al lado oeste junto a la riera Negre, desapareció. Los cristales grabados en ácido en la tribuna principal y que representaba a la Virgen del Rosario, siguieron la misma suerte.
Desde el año 1966 la casa Negre pasa a ser propiedad del ayuntamiento de Sant Joan Despí, por cesión de los hijos de Pere Negre i Jover. Esta tutela no significa un cambio inmediato en su protección. No es hasta finales de los años 70 que surge un interés por recuperar la casa Negre.
En 1979, conmemorando el centenario de Jujol, se asientan las bases para rehabilitar la masía.
En 1982 los arquitectos Gabriel Robert, Antoni Navarro y Xavier Güell redactan un proyecto de restauración y se llevan a cabo las obras de consolidación de la estructura del edificio. La ampliación de la buhardilla y la adecuación de la planta baja para sala de exposiciones y salón de actos.
Las tres fachadas también fueron objeto de una cuidadosa restauración. Durante el año 91 y 92 el arquitecto Francesc Xavier Asarta restaura de nuevo las fachadas, plantas, piso y buhardilla, incluyendo todas las pinturas de la escalera y la capilla, así como otras de menor relevancia. Esta última intervención incluye un ascensor que une a las plantas.
Toda la casa mantiene una perfecta unidad estilística. El elemento central que aglutina la atención del observador es sin duda alguna la tribuna. Esta tribuna que queda encima de una nueva puerta centrada en el edificio, tanto en su forma exterior como en la solución interior, con dos banquillos a ambos lados, recuerda una carroza cubierta con una cúpula y rematada por la escultura de un pájaro alimentando a sus crías que todavía permanecen en el nido. Simétricamente colocadas, unas pequeñas tribunas redondeadas dan luz a las principales habitaciones y, entre ellas, un esgrafiado de sencillas líneas y gran vistosidad combina los dos únicos colores de la fachada: un ocre rojizo y el blanco roto.
Pere Negre i Jover, abogado de Barcelona, pero hijo de Sant Joan Despí, donde tenía importantes propiedades, fue uno de los pocos intelectuales entusiastas de la obra y del decorativismo exuberante y revolucionario de Jujol.
En 1914, a instancias del propietario, Jujol, dado más para el dibujo y para el detalle que cualquiera de los otros arquitectos modernistas, le presentó un proyecto de reforma de su casa, que se extendió desde 1915 hasta 1926.
Las obras consistieron básicamente en la restauración de las fachadas y la decoración del interior de la casa, donde Jujol empleó todo su cargamento pictórico y llenó techos y paredes de decoración vegetal.
La fachada principal se convirtió en un retablo dedicado a la Virgen, cuya imagen fue grabada en el cristal central de la tribuna, mientras que al nivel de la buhardilla se puede leer "Ave Gratia Plena Dominus Tecum".
Jujol construyó también una pared para cerrar la finca, en la que utilizó solo ladrillos formando tabiques rematados por pilares y coronados con una pequeña línea sinuosa de ladrillos.
En 1920 se realizó el oratorio, cubierto por una cúpula ovalada sobre conchas, que no fue terminado hasta 1926.
También había proyectado una ampliación de la casa por la parte trasera con una escalera de caracol que saliera más arriba de los tejados y que culminara en un mirador redondo, con vidriera, cubierto con una veleta con el símbolo de la Redención.
En esta casa se conservan restos de letras modernistas de Jujol, que fue el mejor dibujante de letras de todo el modernismo y que fue el colaborador de Gaudí en los aspectos más pictóricos y escultóricos de su obra, como la cerámica de la casa Batlló, los paneles del banco del Parc Güell, la pintura inferior y barandillas de los balcones de la Pedrera, entre otros.
Recientemente, la casa Negre ha sido objeto de una restauración por parte de la Generalitat de Catalunya.
MEMORIA HISTÓRICA
La masía Negre, en sus orígenes, era una típica casa solariega catalana rodeada por las tierras de cultivo que explotaba. En la fachada principal todavía hoy se conserva un dintel con la siguiente inscripción que sitúa la masía a finales del siglo XVII: "1680 Josep Negre". El edificio ha sufrido a lo largo de su historia diversas obras y modificaciones para adaptarse a los requerimientos personales de sus habitantes, así como a las exigencias de su papel de centro de control y explotación agrícola. La estructura del edificio es todavía la originaria. Compuesta a base de gruesos muros de mampostería que subdividen la planta, carente, como es habitual en este tipo de construcción, de una regularidad clara o de ejes de simetría bien definidos. Las últimas intervenciones corresponden ya al siglo XX, cuando el arquitecto Jaume Gustà i Bondia (1853-1939), en los primeros años del siglo, amplió la casa por su lado izquierdo, donde edificó la galería de la primera planta, situada sobre el lagar de vino y la bodega.