La parcela está ubicada en el centro histórico de Granollers. Se trata de una parcela entre medianeras de 6,5 metros de ancho y muy larga que tiene acceso desde dos calles. De la construcción existente, que se encontraba en estado de ruina, tan sólo se ha podido conservar la fachada a la calle principal que se mantenía en buen estado y tenía cierto interés patrimonial.
Los clientes querían diferenciar muy claramente dos zonas dentro de la casa: un área más doméstica donde debía desarrollarse la vida más familiar y una segunda área de funcionamiento independiente que debía servir tanto para tener un espacio de estar más aislado y tranquilo en el día a día, así como para recibir visitas u organizar comidas colectivas en situaciones más esporádicas. Las condiciones urbanísticas permitían edificar sólo en alineación a viales y, por lo tanto, la división de las dos zonas dentro de la parcela salió de forma automática. En la calle más céntrica se sitúa la parte más doméstica y en la zona oeste, separada por el jardín central, la parte más segregada vinculada al acceso rodado.
La orientación este-oeste de la parcela y la estrechez de las calles de acceso hacían muy difícil que la casa tuviera una buena captación solar por las fachadas orientadas a la calle. Esta condición, sumada a las dificultades para conseguir privacidad en la planta baja, nos llevaron a retirar las edificaciones respecto a la calle, creando unos patios de acceso que a su vez harían de capadores solares por cubierta, creando unos espacios de transición entre la calle y la casa, entre el clima exterior e interior. Unos espacios semi cubiertos y practicables mediante cubiertas retráctiles que permiten captar en invierno y ventilar en verano. De esta forma, se soluciona el acceso peatonal desde la calle más céntrica y el acceso rodado desde la otra calle, evitando los típicos espacios marginales y poco calificados que habitualmente generan los aparcamientos y accesos peatonales desde la calle. Las cualidades de privacidad, luz, espacio y confort térmico de estos espacios de entrada permiten que la casa sea utilizada y percibida de punta a punta, sin espacios ocultos o residuales. Estos espacios bioclimáticos se convierten en el primer paso de una sucesión de espacios que transcurren de una calle hasta la otra ofreciendo una gran variedad de condiciones, características y propiedades explícitamente diferenciadas. La suma de esta sucesión de espacios y de climas crea una planta baja de 345 m2 y 53 m de largo donde se ubicarán los usos más colectivos e intensos de la vivienda y que funciona como un gran distribuidor continuo a partir del que se accede a las escaleras que llevan a las estancias más privativas o de servicio, que se ubican en las plantas piso y sótano.
El tratamiento de cada estancia de manera individualizada, pero a la vez cuidadosamente conectada a sus aposentos vecinos, permite identificar muy claramente las especificidades de cada espacio, pero al mismo tiempo integrarlos todos ellos en un conjunto. Esta estrategia facilita que los espacios exteriores adquieran características de aposento y pasen a ser una habitación más de la casa. Así, esta gran planta baja dispone de habitaciones interiores bajas, altas, largas, habitaciones semiexteriores cubiertas y bioclimatizadas, habitaciones exteriores cubiertas y descubiertas.
La secuencia de espacios intenta crear cierta ambigüedad sobre qué es interior y qué es exterior, pero al mismo tiempo los espacios exteriores se diferencian intencionalmente intensificando la vegetación y la cerámica sin revestir que, con su presencia más matérica y natural, consigue crear unas atmósferas menos domesticadas, construye paisajes en una parcela sin vistas.
La organización a partir de estancias encadenadas está totalmente relacionada con el sistema estructural de la casa, por lo que se optó por utilizar un sistema de muros que refuerza materialmente la tipología. Los muros de carga abarcan todos los espacios y limitan el tamaño y la proporción de las aperturas entre espacios, por lo que la estructura condiciona radicalmente la experiencia de la casa. La materialidad de la cerámica, las diferentes texturas de la fábrica, el grosor de los muros, la capacidad para autorregular la humedad y su inercia térmica son experiencias que acompañan a cada tipología de espacio. El espacio es la estructura y la estructura configura el espacio.
Las relaciones entre las diferentes unidades estructurales producen discontinuidades estructurales que deben resolverse y que se convierten en oportunidades para organizar la fábrica cerámica creando vigas post comprimidas donde las hiladas de ladrillo macizo se arman y estratifican los muros estructurales en franjas entre alféizares y dinteles creando un degradado de densidades desde las piezas más delgadas y macizas de la planta baja hasta las más gruesas y perforadas en las plantas superiores. Se consigue una nueva expresividad a partir de los distintos ritmos y texturas que salen de las solicitaciones estructurales de la fábrica cerámica.
La organización de la materia y de los espacios intenta priorizar un óptimo comportamiento pasivo de la casa, empezando por los patios bioclimáticos que garantizan una estabilidad térmica entre 15 y 25ºC, un clima intermedio, mejorado, que además reduce mucho la demanda de los espacios que se relacionan directamente. El sistema estructural y la doble hoja cerámica de las fachadas con 10cm de fibras de madera garantizan una excelente relación entre aislamiento térmico y la inercia térmica interior.
Las protecciones solares se sitúan colgadas en el exterior de la hoja de fachada, evitando puentes térmicos y desvinculando la protección solar del agujero de la ventana, como si fuera un elemento secundario, más dinámico, un añadido circunstancial que podría cambiar o sustituirse a lo largo de los años.
La casa se acaba de climatizar mediante sistemas radiantes vinculados a un sistema de geotermia que permite el intercambio pasivo con el terreno. Aparte de los suelos radiantes, los forjados colaborantes de chapa metálica son estructuras activadas por el terreno que se comportan como grandes radiadores o superficies radiantes y que ayudan a disipar el calor en verano. Esta elevada inercia interior vinculada a la temperatura del terreno permite un comportamiento térmico muy estable a lo largo del año con el mínimo consumo.