La torre se compone de tres volúmenes prismáticos interconectados que escalonan el conjunto, destacándose una alta torre mirador que tiene adosado un cuerpo cilíndrico cubierto con un casquete piramidal de baldosas en quebradizo, mientras que el resto de cubiertas son con teja roja plana dispuestas a cuatro vertientes que dan lugar a una barbacana muy pronunciada. También figura una terraza con balaustres, en uno de sus lados. El juego de volúmenes se complementa con la disposición en dos de las esquinas de ventanas a modo de pequeñas tribunas triangulares. Las aperturas mantienen la verticalidad y tan sólo muestran cierta alteración de la regularidad por el enmarcado sobrepuesto de los esgrafiados que denotan mayor libertad compositiva, como también lo acusa la distribución asimétrica de las mismas. La regularidad y la geometría marcada por los volúmenes denota el paso de Jujol hacia el Noucentisme, que ya se empezó a hacer patente en la Casa Serra-Xaus (1921), y que mantuvo en la Casa Passani (1932), ambas en Sant Joan Despí.
Todo el paramento es en estucado rosa suave, sobre el que figuran diseminadas flores, guirnaldas y pájaros; la inscripción de la fecha de su construcción "1928"; la reproducción de dos figuras que representan a san Isidro y santa María Magdalena, y la de un trabajador llevando una regadera, lo que acusa la sensibilidad de Jujol por referenciar en la construcción el entorno donde se inscribe. El edificio se mantiene aislado rodeado de zona ajardinada y forma parte del Plan Parcial Fatjó del Ayuntamiento de Cornellà para proteger el edificio y su entorno.
En 1928 Jujol recibe el encargo de construir una casa para Cebrià Camprubí, en el límite de Cornellà y Sant Joan Despí. Camprubí era un reputado cultivador de rosas y Jujol diseña un edificio que evoca la ocupación de su propietario.