Después de doce años de búsqueda de un solar, la Iglesia Evangélica Unida de Terrassa, una institución casi centenaria de la ciudad, encuentra su lugar en el barrio de Can Tusell con fachada a la Avenida Béjar, una de las grandes calles de acceso a la ciudad y de comunicación con la zona industrial.
El edificio, que ocupa un tercio del solar y situado en su parte más baja con un acceso desde la Avenida Béjar, combina usos propiamente religiosos (celebra el culto todos los domingos por las mañanas) con unos usos sociales fruto de un convenio con el Ayuntamiento.
El complejo se manifiesta como una gran base monolítica que va disminuyendo de altura debido a la pendiente del terreno formado por pletinas de acero en forma de revestimiento y de vallado sobre el que se suspenden dos cuerpos. En una posición central y de mayor tamaño se levanta un cubo con aristas y modulado, revestido con un nuevo material de aluminio reciclado, prensado e inyectado y que gracias a su brillo le otorga un carácter emblemático a la prenda que alberga al suyo interior; la sala para el culto. El otro cuerpo de menor altura y próximo a la calle Tramuntana se suspende y sobresale. En este caso, las aristas enmarcan unos planos de aluminio ondulado y perforado que actúan de celosía, como una segunda piel para el programa de guardería. Mientras la fachada a la Avenida Béjar se presenta como un plano tenso, riguroso y continuo que esconde su acceso, las dos fachadas laterales muestran su cara más amable donde la vegetación enmascara una valla que actúa de segunda fachada. De modo que el plano del vidrio se reprocha respecto al límite del solar y así todos los espacios perimetrales disfrutan de luz y ventilación, así como de intimidad y seguridad.
Debido a que la guardería se accede por un nivel superior y separado, el programa funcional, tanto religioso como social, se desarrolla todo en planta baja a excepción de un altillo suspendido sobre el doble espacio de la sala de culto. Un espacio de recepción permite el paso y distribuye por un lado la zona de administración y, por otro, un corredor facilita el acceso a doce aulas y al frente la sala de culto, pieza central que vertebra todo el programa de necesidades a su alrededor. La sala de culto se orienta perpendicular al eje de acceso, de forma que, gracias a un sistema de tabiques móviles, establecen una relación directa con los espacios contiguos que a su vez estos se relacionan con el exterior a través de unos patios.
Mientras los criterios compositivos del interior responden a criterios funcionales, los exteriores responden a la situación, la orientación y sobre todo al deseo de ser un edificio discreto y contenido desde la distancia corta, pero al mismo tiempo una pieza de referente del culto evangélico desde la distancia más lejana.