El Estadio Olímpico de Béisbol formaba parte de las construcciones para los Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992, por lo que debía trascender del carácter local, a la vez que convertirse en una obra para promover una renovación urbana de la localidad.
El proyecto se enfrentaba a la ubicación del edificio en un contexto complejo por las condiciones urbanas y el carácter del encargo: se había emplazado en un descampado junto a L'Hospitalet, rodeado de grandes bloques de vivienda social, una residencia de ancianos y la Ciudad Sanitaria de Bellvitge; se trataba de un terreno vago periférico que planteaba escasas condiciones para establecer un diálogo entre el estadio y las edificaciones existentes; y debía ser el escenario internacional para la celebración del primer encuentro de béisbol como deporte olímpico.
El diseño se basó en el desarrollo del edificio como una mega forma capaz de reestructurar el sitio a la vez que creaba las condiciones específicas para alojar a 8.000 espectadores, partiendo de la planta tradicional de un estadio liguero menor de béisbol. El vértice del campo en forma de V se encuentra en alineación directa con la esquina y la entrada principal en el edificio, mientras que en los márgenes de ambos brazos se levantan las tribunas que conforman la fachada externa.
Un factor fundamental del proyecto fue que el lenguaje arquitectónico no enmascarara el aspecto tecnológico, que las capacidades expresivas del material se revelaran en toda su dimensión, consecuentemente, rechazando recurrir a cualquier alarde superfluo. Así, se decidió utilizar el hormigón prefabricado y una cubierta metálica para las gradas.
El encargo implicaba también el desarrollo de la llamada 'Isla Olímpica', que debía incluir una serie de instalaciones como campos de fútbol y de rugby, un polideportivo, una piscina y un hotel. Salvo las dos últimas, todos estos espacios fueron construidos para consolidar el sitio, a través de la redefinición, como centro deportivo abierto a los vecinos.