La Caja de Pensiones para la Vejez y de Ahorros adquirió el solar una fábrica preexistente y encargó su demolición para promover, años después, la construcción de viviendas acogidas a la Ley de la Vivienda estatal. En 1966, encargó el proyecto a tres arquitectos que nunca habían colaborado juntos. Los arquitectos desarrollaron una figura de Planeamiento Urbanístico previo para establecer las condiciones de edificación necesarias para la ejecución del proyecto previsto. Habían estudiado propuestas más compactas de manzana cerrada y otras modalidades que descartaron.
El proyecto se estructura en nueve edificios, todos ellos orientados prácticamente a norte-sur, con una ligera inclinación hacia el este, que rompía completamente la alineación del Plan Pons del entorno. Contiene tres torres de hasta doce plantas de altura que actúan como pantalla frente a la carretera Nacional II. El resto de las edificaciones, de planta baja y dos o tres plantas, se sitúan en la parte cercana a los edificios de planta baja y piso que predominan en este barrio.
Así pues, dos zonas absolutamente diferenciadas. Entre ellas, se introdujero una serie de espacios de socialización, con el objetivo de facilitar los encuentros entre los vecinos, liberando también algunos espacios de planta baja, mediante porches que comunican calles o a través de espacios cerrados de uso comunitario.
El espacio libre del conjunto es una parte esencial del proyecto. El complejo residencial se estructura alrededor de una plaza central que dividida en dos niveles que dan acceso a todos los bloques. El acceso al conjunto se realiza a través de dos vías peatonales que conectan con el cinturón perimetral de calles. Además de la plaza central y las calles adyacentes, el complejo cuenta con cuatro pasarelas elevadas que configuran un tercer nivel de relación, ubicado a 2,80 m sobre la cota de los bloques bajos.
El conjunto residencial de Can Mercader se distribuye en seis tipologías de viviendas moduladas según una crujía de 7,70 m en los bloques altos y 8,50 m en los bajos. Se aprecia una clara intención de introducir variaciones en cuanto a las distribuciones, el número de habitaciones –tres o cuatro en los bloques altos y cuatro o cinco en los bloques bajos–, definición de fachadas, mediante la introducción de desplazamientos tanto en altura como en planta, que garantizan la permeabilidad del conjunto a pesar de la altura de los bloques. En planta, los desplazamientos colaboran a dotar de privacidad a las terrazas.
Las viviendas constan de: cocina, galería abierta, comedor-sala de estar, aseo, baño, una habitación doble, entre dos y cuatro habitaciones individuales, terraza asociada a la sala de estar y, en algunos casos, a la habitación contigua a esta. Con esta variedad tipológica, los arquitectos ofrecen la posibilidad de alojar familias de hasta ocho personas en la misma vivienda o incluso diez, algo muy habitual de aquel momento que Barba Corsini ya proponía en su proyecto de viviendas de Mitre en Barcelona.