El lugar de esta reforma y extensión de instituto se encuentra en el límite urbano de Artés, una zona todavía en proceso de consolidación, donde predominan los grandes equipamientos y las viviendas unifamiliares aisladas. El nuevo edificio se proyecta como una extensión orgánica de la escuela original de 1970, de planta cuadrada. El solar disponible era muy pequeño. Solo después de terminar el edificio se anexó un solar para ampliar la zona deportiva.
La decisión principal consistió en situar todo el programa educativo en el nivel de la planta primera del edificio existente, dejando los niveles inferiores para el programa complementario: administración, comedor, gimnasio, etc. De esta forma, se optimizan las comunicaciones interiores entre los dos edificios y se obtiene un único organismo funcional. Un gran porche abierto une ambos edificios y los relaciona con los campos de juego.
Debido a la forma y situación del solar, el nuevo edificio tiene sus fachadas con orientación este y oeste, que no son las más aconsejables para una escuela. De ahí la importancia de los elementos de protección solar, que responden a la necesidad de control lumínico y al mismo tiempo contribuyen a la imagen final del edificio. Están más densamente situados en el lado oeste, donde se requiere mayor protección, y menos en el lado este.
Esta diferencia también refleja los distintos programas a cada lado: las aulas estándares, de uso más prolongado, más numerosas y más pequeñas, se sitúan en el este, mientras que las aulas específicas, de mayor dimensión pero uso más esporádico, se sitúan en el oeste.
La posición del programa genera una volumetría dual que responde a las diferentes condiciones del contexto: genera una fachada continua y abierta hacia los campos, mientras que en el lado de la calle se fragmenta en volúmenes de una dimensión similar a las casas de enfrente y poniéndose en relación con la antigua escuela.