Entre los años 1836 y 1840 se iniciaron, en el extenso solar que ocupaba desde 1593 el convento de los carmelitas descalzos de Sant Josep y en la zona más cercana a Les Rambles, las obras de construcción de una plaza monumental proyectada por Francesc Daniel Molina que dibujó una arquitectura armoniosa y ordenada a la que se superponía una estricta columnata jónica que soportaba una terraza corrida de generosas dimensiones. En esta plaza tan digna e inacabada se instaló el Mercat de la Boqueria, uno de los mercados temporales más populares de Barcelona y que acabó cubriéndose por razones prácticas con un cobertizo metálico permanente, pegado de mala manera a los edificios circundantes impidiendo la percepción de su magnífica arquitectura. Por otro lado entre el mercado y el Antic Hospital de la Santa Creu se encontraba la llamada plaza de la Gardunya, que en realidad era un descampado provocado por los bombardeos sufridos durante la guerra civil y que se usaba como zona provisional de carga y descarga.
En el año 2006 el Ayuntamiento mostró voluntad para iniciar una operación de reforma y mejora del mercado y de su entorno.
El proyecto fue orientándose hacia la formación de tres piezas: la placita del Dr. Fleming dando al Carrer del Carme, la placita del Canonge Colom dando al Carrer de l’Hospital y la gran plaza formada por los mencionados vacíos de la Gardunya y Sant Josep. Unas viviendas concebidas a la manera de las planteadas por Francesc Daniel Molina por un lado y la nueva sede de la Escola Massana por el otro eran las nuevas construcciones que se proponían para definirlas.
Resueltos subterráneamente los problemas de carga y descarga, el gran protagonista de la propuesta era este enorme vacío, de 166 m x 84 m, prácticamente tres veces el tamaño de la Plaça Reial y ocupado en parte por el tinglado metálico del mercado del que el proyecto quiso subrayar su temporalidad, su carácter caligráfico, su carácter de cobertizo, su carácter secundario con relación al orden superior de la arquitectura envolvente.
Siguiendo una de las primeras intenciones apuntadas en el proyecto Del Liceu al Seminari, se separó todo lo que se pudo de la arquitectura envolvente y se insistió muchísimo en que el mercado de la Boqueria era un tinglado y no un edificio cerrado, uno de estos cobertizos ligeros, altos de techo para facilitar la ventilación natural, sin fachadas cerradas y con persianas verticales para protegerlo del sol y de la lluvia. No se quería perder el carácter de mercado mediterráneo que representaba la Boqueria en todo el mundo y que lo emparentaba tan directamente con Palermo y Estambul.
Se sustituyeron las tradicionales protecciones verticales por cristales horizontales matizados colgados de la cubierta, incrementando así la iluminación natural del mercado y mejorando la percepción de la columnata perimetral desde cualquier punto de su interior.
La reducción de puestos de venta que estas operaciones llevaban implícitas se compensó con la propuesta de una ampliación hacia la zona del Hospital, tratada como una prolongación de lo antiguo con la intención añadida de equilibrarla concurridísima entrada desde Les Rambles.
Para no debilitar la concepción de cobertizo tratado a la manera de un agradable bosque tupido, protector, exento e isomorfo al que se podía acceder por cualquier punto de su perímetro, se construyó el imprescindible edificio de servicios lo más pequeño en planta posible y en el punto que sería, después de la ampliación, el centro geométrico del tinglado.