La estación del Nord se emplaza en los terrenos del Fort Pius, instalación militar que tenía por objeto impedir el asedio de la Ciutadella, dispuesta unos cientos de metros al sur.
Empieza como una estación de tren descubierta que se va ampliando y reformando sucesivamente a lo largo del tiempo hasta que, en la década de los años diez del siglo XX, Demetri Ribes (autor, también, de la estación del Norte de Valencia) organiza la cubierta y las fachadas principales y representativas hacia las calles Nápoles y Vilanova. Esta estructura se conserva perfectamente restaurada y es de alto interés arquitectónico, con un estilo de pabellones rodeando la cubierta principal, bien ornamentados y tensados. Es notable comprobar cómo el nivel original de la estación lo ha dejado por debajo de las calles circundantes. La estación se abandona cuando deja de ser útil y permanece así hasta mediados de los ochenta, cuando, aprovechando la ocasión de los Juegos Olímpicos, se restaura por encargo del Ayuntamiento de Barcelona.
La restauración recae en los arquitectos Tous y Fargas, que definen un complejo multifuncional que crea un parque en el sur de la estación, en la zona de vías (construido por Arriola & Fiol) y deja el interior convertido en un polideportivo, utilizado originariamente para las pruebas de tenis de mesa de los Juegos Olímpicos. El uso actual respeta a la perfección el espacio original y resalta su belleza.
En la parte norte del edificio, convirtiendo la fachada larga del norte casi en una medianera, se dispone la estación de autobuses, terminal, con un sistema de pérgolas traslúcidas paralelas a la antigua estación.
Los espacios siguen conservando, pues, el carácter cívico. Todos son visitables y vale la pena comprobar cómo un edificio histórico pensado para un programa muy específico puede servir a otro radicalmente diferente con el mismo éxito, manteniendo la vigencia del edificio y de la ordenación que propone un equipamiento esta escala.