La casa se proyectó como segunda residencia, construyéndose sobre lo que había sido el huerto de una casa modernista frente al mar. En su día, fue una de las primeras edificaciones en una calle a medio urbanizar que se iba formando en los límites de los huertos y salidas de las casas del frente de mar. Precisamente, la carencia de unas preexistencias ambientales definidas, en una calle que ha evolucionado de una forma caótica en la que se yuxtaponen bloques de hasta siete pisos con viviendas unifamiliares de planta y piso, nos llevaron a plantear la casa como una construcción separada de los vecinos y orientada hacia el jardín interior de manzana. Los diferentes espacios del programa funcional se sitúan en diferentes cotas, que en cierto modo son los rellanos de escala de la comunicación vertical. Las escaleras toman tal protagonismo que, hasta el debajo de la escalera de servicio que sube a la azotea, forma un complejo techo del comedor que se sitúa debajo de ella. Años más tarde, tuvimos la oportunidad de hacer crecer el volumen de la casa, con la adición de dos apartamentos dúplex, con terrazas y una piscina, formando un nuevo conjunto diseñado con el mismo lenguaje formal.