El Estadio se inauguró en Septiembre de 1957, construida la primera fase sólo con las dos primeras graderías y coronación simétrica. El perfil del Estadio se caracterizaba por la gran marquesina de cubierta, con un nuevo diseño adaptado por los arquitectos a las técnicas convencionales del momento. No fue hasta 1982, ya bajo la presidencia del inefable Josep Lluís Nuñez, cuando la original asimetría del Estadio se vio completada con la tercera gradería con motivo de la celebración del Campeonato Mundial de Selecciones.
El proyecto de esta segunda fase lo ejecutaron Mitjans y Soteras, junto a Juan Pablo Mitjans, hijo del primero y a Francisco Cavaller, sobrino del segundo. La construcción final se caracterizó por el montaje de una envolvente de lamas en todo el perímetro del edificio, y por la inclusión del cuerpo de rampas de la fachada este, originalmente independiente, dentro del volumen de la tercera gradería. Estas rampas, colgando tensadas de la fachada posterior aumentan el presunto dramatismo del conjunto, aún a costa de eliminar el valor de elemento mediador del proyecto original.
En 1994, debido a la normativa de la UEFA, se adaptó la primera gradería, pasando los espectadores de pie a sentados. Este cambio implicó bajar prácticamente 3 metros la cota del terreno de juego, con las inevitables consecuencias en las isópticas del Estadio.
La estoica espectacularidad de la visión original del Estadio y su acceso a tribuna en rampa desde el aparcamiento de geometría curva situado en Arístides Mayol, se fue desfigurando a partir de 1957 con la aparición de una burda constelación de edificios. Entre ellos brilla aún con luz propia la bella cúpula del Palau Blaugrana, lamentablemente hoy condenada a demolición, realizada por Soteras junto a Cavaller y al ingeniero Florencio del Pozo.
Su menos afortunada volumetría exterior se entremezcla torpemente entre un grupo de banales edificaciones auxiliares. El conjunto, lejos de la categoría mítica del estadio, arruina el acceso simbólico al edificio. También los añadidos realizados a la fachada Oeste, entre ellos la sede del actual museo, con similar autoría, no ayudan a no negar la hipótesis de la existencia de un componente genético en la calidad de un arquitecto.
El conocimiento arquitectónico, y ello es aún más visible al intervenir en un edificio preexistente, es probablemente de dudoso carácter hereditario. Se adquiere con esfuerzo, dedicación, constancia, y, aún cuando quizá hoy no esté de moda, con altas dosis de humildad y voluntad de servicio a la sociedad.
Más de cincuenta años después, el Camp Nou mantiene su estoica dignidad y su funcionalidad como Estadio. Otra cuestión es si es el plató adecuado para la retransmisión de un partido de fútbol, cuando el espectador torna parte del espectáculo. O cuando el antiguo templo del deporte es transformado, bíblicamente, en mercado. Bueno, en centro comercial.