La parcela se encuentra en una zona residencial de baja densidad donde predominan las casas con jardín; la pendiente era suave y continua con muy buena luz durante todo el día. La normativa urbanística permitía edificar más de lo necesario, pudiendo hacer planta baja más dos plantas piso con la principal restricción de separarse 6 metros respecto a la alineación del vial y 3 metros del resto de lindes.
El proyecto partió de la restricción que aportaba el estudio geotécnico que indicaba que los primeros metros de subsuelo tenían una capacidad resistente muy baja. Para evitar una solución de cimentación profunda, poco viable económica y ambientalmente, hubo que replantear profundamente la organización de la casa y sus sistemas constructivos. Necesitábamos una construcción muy ligera o alternativamente una construcción que repartiera muy homogéneamente las cargas en el terreno. La opción de construcción ligera se descartó por coste y sobre todo porque al mismo tiempo creíamos necesario tener el máximo de inercia térmica interior para garantizar el mejor confort pasivo, por lo tanto, la primera decisión fue hacer una casa sólo en planta baja evitando acumulaciones de carga concentradas en una zona del terreno. La segunda, utilizar solera en lugar de sanitario para transmitir el peso de los pavimentos y sobrecargas de uso directamente en el terreno sin pasar por los cimientos. La tercera, utilizar un sistema estructural lineal, en este caso muros de carga, que repartieran al máximo las cargas de la cubierta en el terreno. La cuarta, organizar estas paredes estructurales de forma totalmente regular, en forma de retícula equidistante, de forma que las paredes y cimientos recogieran una misma parte proporcional de la carga del edificio y garantizaran un descenso suficientemente homogéneo a lo largo del terreno. Esta organización permitía llevar el proyecto al límite, ajustando al máximo y sobrecargando el terreno hasta su límite para conseguir la casa más pesada posible que tuviera la máxima masa (inercia) admisible por el terreno.
Que la casa se desarrollara toda en planta baja, permitió construirla con una tecnología sencilla de paredes de carga con luces cortas, dando una respuesta estructural óptima a las características del terreno y sobre todo permiten ajustarse a los costes previstos por su ejecución.
A pesar de que la parcela ya era bastante llana, se aprovecharon las tierras de las excavaciones de la cimentación para acabar de allanar el jardín perimetral en cota de la casa potenciando al máximo la continuidad interior-exterior. El volumen liberado bajo la solera se rellenó con un grueso lecho de gravas creando un acumulador térmico con mucha inercia que sirve para pre-tratar el aire de renovación de forma que en invierno el aire de admisión se calienta en el cruzar por las gravas y en verano lo refresca. Siempre se intentó que la resolución de un problema se convirtiera, al mismo tiempo, en una ocasión para introducir otras mejoras en el proyecto.
El programa se distribuye en diez espacios equivalentes de 3,5 x 5,12. La polivalencia de estos 18m2 y las generosas relaciones entre ellos ofrece, sorprendentemente, mucha libertad a la hora de organizar los usos y permite imaginar que la casa pueda ser utilizada de muchas diferentes formas a lo largo de los años, creando estancias que pueden entenderse como segregadas o como un único gran espacio continuo. Son espacios configurados directamente por la estructura y por su materialidad; sin revestir, combinando paredes de carga de ladrillo cerámico, la solera de hormigón y techos de bovedilla cerámica. Todos los materiales son estructurales y por tanto imprescindibles para la construcción de un espacio habitable. Se intentó resolver una arquitectura que surgiera de lo mínimo y necesario, evitando elementos superfluos pero que a su vez sugiere el máximo potencial de uso posible. La casa es tan sólo una infraestructura donde los usuarios pueden escoger cuál es la mejor manera de apropiársela.
La casa se orientó y distribuyó interiormente predominando la dirección sudeste para potenciar la captación solar directo de invierno, protegerse fácilmente del sol de verano, a la vez que proteger el jardín principal de los vientos dominantes de noroeste y estimular unas mejores ventilaciones cruzadas en el interior de la casa. La necesidad de una buena protección solar en verano fue una buena oportunidad para trabajar intensivamente con la vegetación, creando un jardín vertical, una transición entre interior y exterior, entre el elemento mineral y el vegetal. En este caso la vegetación trabaja reproduciendo la retícula interior en forma de pequeñas capillas vegetales de hoja caduca que, sin llegar a constituir una estancia exterior completa, crearán un sobre espesor estacionario que sobrepuesto a la construcción cerámica evitará que el sol de verano sobrecaliente la casa. Estas pequeñas capillas se organizan a partir de unos listones de madera que, a modo de tutores, orientan las trepadoras siguiendo y protegiendo cada una de las aperturas de la casa.
Dado que la casa tiene bastante masa y, por lo tanto, bastante inercia térmica, si el usuario hace ventilación nocturna y utiliza correctamente la cama de gravas, se puede asegurar un excelente confort térmico de verano sin necesidad de aire acondicionado.
La construcción es voluntariamente baja y alargada por lo que toma unas proporciones esbeltas que sumadas a las aperturas transversales y a la protección solar vegetal minimizan el impacto e integran la presencia de la construcción dentro de la parcela de forma que se tiene la vivencia que la casa no es un añadido, que es muy permeable y está totalmente conectada hacia el jardín tanto de fuera a dentro, como de dentro afuera, como de lado a lado. La casa y el jardín quisieran ser una misma cosa, de modo que al habitarlos se tenga la sensación de vivir bien y de utilizar toda la parcela.