Contexto:
El Eixample presenta niveles elevados de contaminación del aire y ruido en la ciudad de Barcelona, con un déficit muy importante de espacios verdes, con solo 2 m² de espacio verde por habitante, y con calles donde los vehículos ocupan el 60 % de la superficie cuando solo representan al 20% de los usuarios.
El Ayuntamiento de Barcelona quiere replantear esta situación mediante una nueva articulación de redes para la movilidad activa (a pie y en bicicleta), el tráfico rodado y el transporte público, que permitiera revertir esta situación. Así nace el concepto de los ejes verdes (calles de espacio compartido con una máxima presencia de espacios verdes), como evolución del concepto de las supermanzanas.
En 2020, el Ayuntamiento de Barcelona convocó un concurso internacional para llevar a cabo el diseño de cuatro ejes verdes y cuatro plazas en las intersecciones entre estos ejes.
El equipo que presentamos ganó el concurso para la calle Girona, donde se desarrolla un proyecto con una superficie de 16.466,00 m2, que representa un coste de 7.322.950,43 € (presupuesto de ejecución del contrato sin IVA).
Concepto:
La aplicación del concepto de los ejes verdes (superillas) en el Eixample implica una reorganización global de la movilidad que permite liberar aproximadamente una de cada tres calles del tráfico de paso para convertirlos en espacios compartidos. En estas calles, los coches no pueden circular de forma lineal y se ven obligados a girar en cada intersección. Esto crea una nueva red de ejes verdes y plazas que actúa como una infraestructura ambiental y social, mejorando el confort y las condiciones de salud, aumentando la presencia de verde y generando espacios de estancia sistémicos y equilibrados por toda la zona.
Los nuevos "ejes verdes" permiten la creación de nuevas rutas significativas, conectando espacios públicos de referencia y conectando el Eixample con los barrios periféricos. Las nuevas "plazas" aparecen en las intersecciones de los ejes verdes, creando una nueva tipología de espacio público más amplio y naturalizado para el uso ciudadano en el que antes solo había calles.
Los proyectos siguen las directrices establecidas en un documento de Modelo de Ejes Verdes, resultado de un proceso de coproducción entre equipos profesionales multidisciplinares (es decir, los ganadores del concurso) y técnicos municipales, así como varios procesos participativos con los actores implicados, incluidos los vecinos.
Las personas son las principales destinatarias del nuevo modelo de ejes verdes. Se configura una plataforma única de accesibilidad universal, en la que los vehículos son agentes invitados y los peatones siempre tienen prioridad.
Diseño:
Las condiciones previas ofrecen un fuerte contraste entre la rigidez de la geometría de la manzana y la diversidad construida, con un marcado carácter patrimonial en el paisaje urbano de la calle Girona. La sección inicial de la calle de 20 metros data de 1863, con aceras de 5 metros y una calzada central de 10 metros, flanqueada por árboles de alineación (mayoritariamente plataneros híbridos y almeces).
La estrategia de diseño, partiendo del mantenimiento de los árboles existentes, implica la construcción de un sistema de soluciones que mantiene un alto nivel de flexibilidad en lo que se refiere a su uso como espacio público, respondiendo y explotando sus singularidades. El nuevo diseño trata la calle como una infraestructura ambiental tridimensional que se adapta a los impactos del cambio climático, mejorando las condiciones de salud, confort, bienestar emocional y biodiversidad. Se regenera el subsuelo, con una base más rica y drenante (incluyendo el uso de suelo estructural), se incorporan SUDs, se aumenta la superficie permeable y se plantan nueva vegetación y árboles.
La estrategia de las nuevas plantaciones incluye la introducción de nuevos árboles fuera de la alineación estricta original y la promoción de una "explosión verde" en las esquinas, basada en la introducción de zonas no pavimentadas con arbustos y diversas especies perennes persistentes. Se busca el efecto de túnel continuo de la copa, complementado con árboles de tamaño medio y árboles con múltiples troncos y una copa más baja para enriquecer la percepción del peatón a diversas escalas y distancias.
En cuanto a los pavimentos, se mantiene el uso del característico “panot” de la ciudad de Barcelona en contacto con los edificios, y se introducen piezas de granito en la parte central de la calle y en las esquinas trapezoidales, reutilizando los antiguos adoquines de granito hallados bajo el asfalto derribado. Otros hallazgos, como las vías del tranvía reveladas por las obras de demolición en la posición indicada por la cartografía histórica, se integran en el nuevo trazado. Además, para reforzar la concatenación de los espacios de estancia generados, se introduce una variedad de mobiliario urbano, incluyendo un diseño de grandes plataformas de madera -tatamis- para un uso más informal y lúdico.
En su conjunto, el diseño se concibe como una articulación de movilidad activa, infraestructura verde, culturales y ambiental. Genera espacios para caminar y estar peatonales, aumentando los espacios verdes de proximidad en un distrito con una fuerte deficiencia debida a su densidad edificada. Se valoriza el patrimonio de la ciudad y se recuperan elementos enterrados por el asfalto de la ciudad del coche (por ejemplo, adoquines de granito enterrados durante más de 50 años o vías de tranvía que solían recorrer las calles). Se dota a la calle de capacidad para almacenar agua de lluvia en su subsuelo en simbiosis con la vegetación existente y las nuevas plantaciones, mejorando así la biodiversidad y la provisión de servicios ecosistémicos en la futura red de ejes verdes de la ciudad de Barcelona.